cuerpo tierra
- Penelope Guisasola
- 14 jul
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 15 jul
Somos una con la Tierra y con el resto de sus habitantes.
Desde este sentir personal puedo decir que lo que pasa en el mundo nos toca y lo que nos pasa toca al mundo.
Hay por un lado una gran responsabilidad desde esta idea y por otro un quitar importancia personal, igual tú no la compartes porque cómo digo esto es muy personal, aunque me consta que es una visión que compartimos muchas personas.
Veo en mi acompañamiento tanto a adult@s cómo a la primera infancia, que coinciden nuestros estares en el tiempo. Que un mismo día, que puedo ver a cuatro o cinco pacientes en sesión, traen un color, un aroma parecido. Cómo que de pronto andan en el mismo tema, trabajando las mismas cosas.
Personalmente, llevo varias semanas sintiendo mucha tristeza. Cierto es que me rodean algunas circunstancias difíciles que son motivo suficiente para sentirme así. A la vez no puedo dejar de escuchar, de ver, de sentir que hay muchas personas en esta tristeza... Miro el mundo, todo lo que está pasando, guerras, ataques racistas, abusos de poder... tanta gente sufriendo realidades tan duras, tan crudas. Hace poco visité el mediterráneo y vi sus aguas sucias, en la costas del atlántico también está llegando esta suciedad en forma de algas invasivas que colonizan las costas trayendo mal olor, moscas y consecuencias que desconozco.
Hablo de lo que puedo observar, sé que hay otras muchas cosas sucediendo de las que no tengo consciencia... no puedo dejar de pensar/sentir que en mí está bastante tejida una cosa con otra, cómo me toca todo esto.
Al llorar siento que es mi pena la que lloro y también la del mundo. La cosa es que por un lado suele dar miedo entrar ahí, por otro, corremos el riesgo de quedarnos atrapadas. Esto último suele ser la fantasía con la que se asustan las personas y por eso deciden distraerse, mirar para otro lado. La verdad es que siempre que he acompañado un proceso/episodio de pena profunda, siempre que se ha dejado el espacio para sentirlo, para expresarlo, llorarlo, la persona renace, más fuerte, más clara, con más capacidad de disfrute y con menos miedo al mundo emocional. ¿Cómo hacer para no ahogarnos en este sentir?
- Primero es importante dejarse sentir y expresar lo que hay. Darse el tiempo de drenar y limpiar las aguas. - Os invito después a regalaros un tiempo de sentaros a tomar consciencia de cómo respiráis, de la "magia" del cuerpo, que funciona solo y mentalmente podáis ir agradeciendo o mejor en voz alta, por todo lo que sí hay en tu vida, por todo lo que sí hay en el mundo.
Porque aunque en los medios se empeñen en contarnos las barbaridades socioeconómicas y ambientales que vivimos, también hay muchas cosas hermosas sucediendo, una red de apoyo desplegándose, muchas buenas voluntades trabajando por un cambio de consciencia.
Es fácil frente al dolor mirar para otro lado, distraernos. En este mundo que vivimos es lo más sencillo. Comprar, posturear, bichear por aquí y por allá, en este mundo cada vez más digitalizado. La cosa es que aunque sintamos un alivio momentáneo la herida está ahí, supurando, y si no la atendemos hace callo emponzoñada, nos vuelve insensibles, de cartón. Así cómo tomamos la oscuridad tomamos la luz... No hay sitio para que entre la luz si la oscuridad no está presente.
Encontrar el equilibrio... ese es el trabajo. Poder llorar, poder reír.
Poder estar a solas y bien acompañad@.
Poder distraerse sin perderse. Tomar la vida con todo... tomarla para no sentir que se nos escapa sin ser vivida.
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